Poco nos queda de sus orígenes románicos en la iglesia de San Esteban. Lo más interesante se encuentra en su fachada meridional (foto 1) y es la serie de canecillos que corre bajo el alero. Todos comparten el perfil de nacela y la mayoría se decoran con figuras muy esquemáticas obra de una mano no muy experta. En la foto inferior los enlaces nos amplian aquellos que llevan alguna figura o forma esculpida. El resto son de proa de nave o solo llevan el caveto simple. Como es costumbre, empezaremos la descripción por la izquierda. El primer can es de proa de nave y le siguen dos sin decoración.
El cuarto (enlace 1) lleva cuatro gruesas puntas de diamante; a su lado (enlace 2) le sigue otro con una hoja de roble y otro que se decora con la pequeña figura de un animal, quizás un reptil (enlaces 3/4); la figura humana del que continúa la serie está muy maltrecha y a su lado encontramos un personaje con los brazos levantados que viste faldoncillo y cinturón (enlaces 5/6), tal vez un orante. La serie prosigue con un caballero sobre su montura, lanza en ristre (enlace 7); un monje encapuchado que sostiene un gran libro en su mano izquierda al tiempo que levanta el brazo derecho (enlaces 8/9); dos cuadrúpedos superpuestos (enlaces 10) en que el superior parece morder el cuello del inferior; una figura de difícil identificación (enlace 11); dos personajes que quizás se estén abrazando (enlace 12); otro cuadrúpedo, quizás un becerro (enlace 13); una cabeza de cabra (enlaces 14/15); una lagartija (enlaces 16/17); un tonel (enlace 18) y, en el extremo derecho, una cabeza de monstruo con las fauces abiertas (enlaces 19/20). Los canecillos de la fachada septentrional han desaparecido.
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