Antes se la conocía por Iglesia de Santo Tomé, pero en 1580, tras airadas disputas, pasó a formar parte del convento de los dominicos que Francisco Beltrán Coronel, maestrescuela de la catedral de Osma, decidió fundar en la ciudad, lo que, en definitiva, resultó en el cambio de advocación. El templo románico atravesó dos etapas constructivas: una a mediados del siglo XII, de la que nos queda el campanario y el cuarto tramo de la nave central, y otra unas décadas después, casi a finales de siglo, en que el proyecto original se cambió por otro más ambicioso.
La planta original debió de ser de nave única, tramo presbiterial, cabecera semicircular y torre adosada en la fachada septentrional; pero posteriormente se decidió ampliar con dos naves laterales y erigir la impresionante fachada de poniente. Ya en el siglo XVI, por iniciativa de algunas familias nobles, se decidió demoler la cabecera románica y sustituirla por la que hoy observamos, además de añadir el transepto y dos capillas laterales.
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