Aparte de otras piezas de singular valor, en su mayor parte del mobiliario del templo, quien visita Sant Martí de la Cortinada lo hace, sin lugar a dudas, para contemplar sus pinturas al fresco. La mayoría de autores las han venido datando de finales del siglo XII, pero los últimos estudios de Montserrat Pagès apuntan a una fecha cercana a 1140-1160.
Durante mucho tiempo estuvieron escondidas a los ojos de los feligreses tras los muros del coro moderno, pero en 1968 fueron redescubiertas. Decoran los muros norte y sur de lo que fuera el presbiterio de la iglesia original (fotos 1 a 4).
En el muro norte (foto 5) destacan las figuras de San Bricio (enlaces 1/3), discípulo de San Martín, y San Martín (enlaces 5/8/9) a quien acompaña un clérigo en actitud de plegaria (enlaces 6/7). Aparecen, además, otros personajes de carácter profano: uno con la inscripción GILEM GI.RED (Guillem Gifred) (enlaces 11/12) sentado en un escabel del que está a punto de caerse e interpretado como la figura del bebedor que se deja vencer por el vicio (es decir, un pecador), y otro, en el intradós del arco, con el nombre ARNALSU (enlaces 14/15) que sostiene un candelabro y que, probablemente, se refiera a Arnau, Vizconde de Caboet.
En donde empieza el ábside (enlace 16) otro personaje con túnica levanta la mirada hacia la escena central que debía de ocupar toda la bóveda, hoy perdida.